Al igual que un electrodoméstico, un coche, y hasta una simple bombilla, todas ellas tienen un sello de certificado energético, la vivienda no se puede quedar atrás.
Este certificado o etiqueta de eficiencia energética para el caso de los hogares es una directiva obligatoria de la Unión Europea desde junio del 2013.
Si bien se ha avanzado, sobre todo en los edificios nuevos, aún entre los compradores y los inquilinos, que siguen sin comprender la utilidad de esta directriz, permanece la idea de verlo como un gasto más y no como un ahorro energético y económico, así como un beneficio medioambiental.
Las ventanas y sus cristales son determinantes para conseguir unas etiquetas eficientes, y por tanto un hogar que apruebe medioambientalmente.
En el caso de alquilar o vender una vivienda, es obligatorio tener al día el certificado energético como garantía al nuevo inquilino.
Los certificados van desde la A a la G (esta sería la peor calificación). Según datos del sector sólo el 0,25% de la viviendas certificadas en España han obtenido la etiqueta A, básicamente en viviendas nuevas y donde se han realizado los cambios necesarios que conllevan de inmediato importantes ahorros energéticos. En el 1% y el 4% estarían los porcentajes de viviendas con etiqueta B y C respectivamente.
La mayoría de las viviendas en nuestro país suelen tener la etiqueta E, aproximadamente 1 de cada 2 certificadas.
Cada letra expresa una horquilla de consumo de Kw/h por m², y según estudios realizados se puede concluir que pasar de una etiqueta G a la E, -de etiqueta más baja a la más habitual en nuestro país-, puede llegar a suponer un ahorro de 100 Kw/h por m², lo que podría conllevar un ahorro en una vivienda de unos 100 m² en consumo eléctrico equivalente a los 1000-1200 € al año.
Si bien el tipo de electrodomésticos, la orientación de la vivienda, el tipo de caldera o aire acondicionado entre otros elementos son fundamentales, las ventanas y sus cristales son determinantes para conseguir unas etiquetas eficientes, y por tanto un hogar que apruebe medioambientalmente.
Los gobiernos se están preparando y en el caso de nuestro país se quiere que más de 1.200.000 de viviendas para el 2030 se hayan rehabilitado cumpliendo así no sólo con una directriz europea, sino lo más importante, con una concienciación medioambiental que nos afecta a todos así como a nuestras generaciones futuras.
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